Caminar por las aceras de una ciudad a veces constituye
todo un reto, sin embargo hacerlo
mientras el viento trae consigo armoniosas melodías y no el sonido chillón del claxon
de un auto, es como dijo alguna vez Miguel de Cervantes Saavedra “la música
compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu”,
y tener la oportunidad de escucharla en la calle alivia el recorrido y te anima
a continuar.
Divisar a lo lejos una aglomeración de personas frente a un
toldo verde, llama la atención y aún más si mientras te acercas, escuchas unos
instrumentos y una que otra voz al ritmo de los mismos. La curiosidad va en aumento y hasta el
corazón da un salto al reconocer un grupo de jóvenes haciendo música, lo que para algunos es sinónimo de
libertad, y para muchos una expresión universal.
Pero no nos encontrábamos
en una plaza de Bamberg donde en
cualquier tarde de verano es muy común
sentarse en uno de sus bancos a disfrutar
de un helado mientras escuchas una banda de rock o de pop afinando sus
instrumentos para luego deleitar a sus espectadores con una excelente puesta en
escena de sus mejores composiciones, en donde el tiempo se detiene, y evocas
recuerdos al son de cada compás, en tanto que divisas a lo lejos el recorrer
del río Regnitz o la majestuosidad de la Catedral cuya estructura de estilo
romántico hacen de una tarde cualquiera un interminable suspirar.
Para nada; era en las Mercedes, Municipio Baruta en donde
estábamos, en la que empezó (para mí) la
travesía de caminar por toda su avenida principal y detenerme en cada estación
de lo que es una celebración internacional
y que ya hace treinta años se celebra en Francia, ¡La Fiesta de la
Música!, cuyo objetivo es el de promocionar la música llevándola a
las calles con la organización de conciertos gratuitos, en los que el público
tenga la oportunidad de presenciar sus artistas preferidos.
Por supuesto que también pudimos comprobar lo que decía
Platón en cuanto a la música, la cual es para el alma lo que la gimnasia es
para el cuerpo, porque caminar desde antes la Plaza Alfredo Sadel hasta la esquina del CVA, bajo un Sol mayor y
esplendoroso constituyó parte del reto del que hablábamos al principio, pero sumamente satisfactorio, al llenarnos de armonía y buena vibra escuchando a cada
uno de los grupos que nos obsequiaba su trabajo con una algarabía contagiosa.
Observar desde cómo se preparaban haciendo contorciones con
su cuerpo y gesticulando para comenzar la presentación o haciendo una llamada
de último minuto al pana que no había llegado, hasta improvisaciones y saltos,
repletos de ánimo y sonrisas de músicos, coordinadores, fotógrafos, animadores
y del público en general, que se acercaba con el único objetivo de disfrutar
algo distinto y con un entusiasmo
rebosante; o como llegó afirmar el filósofo alemán Arthur Schopenhauer “en la música todos los sentimientos vuelven
a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad”.
Les comentaré algo más, el recorrido lo logré porque conté
con el apoyo de Francisco Lizarazo, quien les dirá con más detalle de que se
trata toda esta fiesta, la cual tituló:
Muchos actores y un
solo destino: la Música
Hay empresas que por su magnitud requieren el esfuerzo de
muchos para que el resultado sea el que podría ofrecernos un reloj suizo, cuya
maquinaria trabaja unida y cada parte cumpliendo un objetivo específico, que al
sumarlos todos da la fama que se han
ganado estos artículos: precisión.
Si en el 2011 la Fiesta de la Música en Caracas fue una
experiencia que reunió a varios músicos alrededor de 25 estaciones, todos
actuando según un cronograma en 5 municipios capitalinos. La experiencia del
2012 superó la anterior, y eso requería desde el punto de vista periodístico
reforzarse y pensar estrategias para mejorar el “descubrir” lo que ese 16 de junio la ciudad ofrecería al
llamado ciudadano de “a pie”.
La meta de los organizadores
era a reunir más de 800 músicos y 40 animadores en 5 municipios de
Carcas, y 3 ciudades del estado Miranda, para que en 5 horas se generaran
melodías “desenchufadas” simultáneamente en 40 estaciones y 8 circuitos.
Si ellos pensaban
así, entonces quienes estábamos dispuestos a reseñar esta fiesta debíamos
también crecer y por ello está crónica es a cuatro manos.
La mecánica pretendía ser sencilla: comenzar en un
punto y de allí seguir hasta donde las
colas tradicionales de un día sábado permitieran movilizarse dentro de Caracas.
Este punto inicial, en mi caso fue El Hatillo, lo que en principio pudiera
parecer una tarea fácil, pero como
siempre digo… Hay más.
Quien piense que llegar un sábado a la Plaza Bolívar de El
Hatillo es una tarea de pocos minutos, es que nunca ha hecho el recorrido desde
Altamira. Porque no es que sea una distancia insalvable o muy larga, es que
desde que uno comienza a llegar a La Trinidad el panorama se vuelve, sea la
hora que sea, de un mar de autos formando colas y tocando las cornetas, no
precisamente para hacer música, sino buscando que los otros se muevan más
rápido, si acaso eso fuera posible.
Pero aquí estamos para hablar de música, de cosas agradables
y aunque con algunos minutos de retraso, cosa normal cuando comienza una
actividad, las 4 estaciones del municipio El Hatillo comenzaron a sonar,
invitando a quienes pasaban por cada estación a participar en esta experiencia.
Desde solistas, como Pablo Briceño, con su guitarra, pasando
por el taller de canto San Nicolás de Mira,
el jazz latino de ensamble Curare, o el jazz más clásico de Pepperoni’s
Funk Machine todos los intérpretes musicalizaron la primera hora de la Fiesta y
lograron que la inicial curiosidad de los transeúntes se transformara en un
genuino interés por conocer lo que se hacía en esos toldos verdes mientras los
animadores hablaban de la celebración que comenzó en parís en 1982, y que se
celebra los 21 de junio en Francia.
Incluso en la Saint Jacques, sí con nombre francés porque
todas tenían denominaciones de las estacones del metro de París, quienes
asistían al toldo rojo del PSUV se daban su vuelta por su homólogo verde para
“vacilarse” la nota de estos jóvenes que le apuestan a la música como elemento
integrador de la sociedad, porque recordemos que la música es un idioma
universal que todos pueden experimentar y disfrutar.
Una calle con mucha
música
Ya cayendo la tarde,
casi las 4, y tras una larga cola de regreso de El Hatillo, y un paso rasante
por Las Mercedes, concluimos en el municipio Chacao, donde a lo largo de la
avenida que sube del centro comercial Sambil hasta llegar al otro
extremo, donde está el centro comercial San Ignacio estaban ubicadas 8
estaciones a punto de culminar sus actuaciones.
Por eso de la hora,
y la rigurosidad en el cumplimiento del cronograma estipulado por Estación
Inalámbrica, que dirigen Dalia Ferreira y Thamara Bryson, y la
Alianza Francesa como organizadores, ya varios de los centros habían
finalizado, pero sí alcanzamos a escuchar las notas cariocas de Só Sambista en
el toldo verde denominado Palais Royal, como la estación del metro de París,
donde los asistentes disfrutaron de esta agrupación se tomaron fotos y
bailaron al ritmo caribeño.
Un poco más arriba
la actividad había finalizado pero en “La Defense”, frente al San Ignacio, los
Gipsy Ska estaban haciendo que los jóvenes bailaban al ritmo de los
gitanos incluso entonaron el cumpleaños feliz con sus instrumentos, porque la
banda estaba de aniversario, y luego vendieron algunos CD de sus temas.
Fueron 5 horas, un
gran esfuerzo de los organizadores para que los caqueños tuvieran una tarde
musical con grupos que muchas veces no oímos o que sencillamente no conocemos,
por lo que se agradece este trabajo, que como siempre sucede tendrá luego
su evaluación, como por ejemplo el uso de los altavoces que poco o nada hacen
ya que no son suficientemente potentes, o la necesidad de mejorar la
capacitación de los animadores, pero eso, como todo en la vida, es
tema que puede ser solventado, lo cierto es que los habitantes
puedan pasar un momento de calidad en Caracas, un lugar que como dice Gustavo
Cerati es una “ciudad de la Furia”, o esa es, en esta oportunidad,
nuestra Visión Particular.