Te acaba de empujar porque le diste la espalda en señal
de que no te interesa en lo más mínimo sus reproches. Como no haces ni siquiera
el intento de voltear, te agarra bruscamente del brazo y hace que quedes de
frente a él.
Comienza de nuevo la perorata que no escuchas, porque del
asombro no sales, y se apodera de ti un ligero mareo al ver todo tu mundo hecho
añicos de nuevo; creías que habías superado el maltrato... pero no, está ahí de
nuevo.
Sécate las lágrimas y sonríe, te dices a ti misma. Perder
el “glamour” no está en tus venas. No es tu filosofía. Todos a tu alrededor te
ven como un objeto en exhibición, <<sécate las lágrimas y sonríe>>,
te repites.
A lo lejos logras distinguir insultos repetidos, con
gestos incluidos. El mareo no se va, lo debes ignorar. Le pides que se calme,
que no hay necesidad de hacer una escena, que tome su avión y resuelva; en tu
memoria aparecen resquicios de dolencias psicológicas...<<sécate las
lágrimas y sonríe>>.
Vuelves a tomar tus pasos, en serio ¿tenía que suceder de
nuevo? Él decide que no viajará, que no se irá “de esa manera”, preguntándote ¿cuándo
te ha fallado”?. La pregunta te causa hasta gracia, pero antes de que se vuelva
un poco más hostil, prefieres ni siquiera sonreír, solo secas tus lágrimas.
La ceguera inducida
debería ser su especialidad, con mucho de inmadurez, si, ese es él; después de
todo quizás la ciega fuiste tu el día que te enamoraste de ese “ser”. Ahora estando
allí, vuelves en ti regresando a tus dolorosos recuerdos, estando consciente que ese camino no lo
recorrerás más nunca en lo que te queda de vida.
Ahora por decisión propia le sonríes a la vida sin
importar las lagunas. “Dime, ¿es que acaso no confías en mí?”_ continúa con su
monólogo_ mientras no eres la única que le escucha. ¡Dios mío! ¡Que te deje en paz¡
tienes tanto que hacer en este día, y este señor solo desea armar un berrinche,
hacerse la víctima y llamar la atención de cualquiera que le guste un
espectáculo entre dos ex.
Un escalofrío recorre tu mente al ver su actitud
paranoica, al oír la verborrea ilógica, reflejo de su inconformidad con la vida.
Las lágrimas no dejan de caer sobre tus mejillas. Las secas y sonríes, evitando
recorrer con la mirada lo que te circunda, suficiente con escuchar el cuchicheo
de los transeúntes.
Dando tiempo a que “escampe”, te preguntas cuantas mujeres
se encontrarán en esa posición incómoda, en donde su palabra no vale nada, en
donde su presencia nunca existió, en donde su personalidad vale tanto o menos
que un objeto decorativo...<<sécate las lágrimas y sonríe>>, un
nudo en la garganta se hace presente al percatarte que efectivamente, no
viajará para disfrutar sus tan "merecidas vacaciones". Regresará a “casa” a reprocharte
per secula seculorum su propia decisión.
Ni modo. Te antepones a las circunstancias y te exiges un
tanto de dignidad, no permitiendo que conduzca el auto él. Colocas a todo
volumen el reproductor cualquier música que aparezca, así le restas importancia a lo sucedido, sin embargo, tu corazón sabe que lo acontecido
tendrá sus consecuencias...no importa te repites, sécate las lágrimas y sonríe.
@yosmarherrera