lunes, 10 de noviembre de 2014

Leo....luego existo

Leer es una droga para mí... soy adicta a la lectura.

El lenguaje escrito tiene una particularidad, que dependiendo de quién y cómo el autor logre hacer danzar las palabras, causa un vaivén en éstas, siempre haciéndolas perdurables o no en la memoria.

Y aun cuando en mi memoria quedó el registro de la abrupta manera con que mi madre me acercó a la lectura, (como clavar la punta de un lápiz en mi mano, por no saber canalizar su frustración al no entender las palabras del libro que me enseñaba), eso no hizo mella en la frenética curiosidad con que nací.

Entre el “mi ma-má me a-ma”, y la “La Biblia para niños” hubo un sinfín de preguntas en mi cabeza, las cuales nadie en casa sabía o podía contestar. Y ahí, en el estante sagrado llamado biblioteca, se encontraban unos libros... estaban prohibidos, (¡no los fuera a romper!), y como luces de neón que atraen a las moscas, me permití enceguecer entre sus páginas, fantasear con cada título y responder a todas mis incógnitas.

Cuando mi madre en una conversación se dio cuenta que ya había leído novelas que se encontraban en el estante, como “Tiburón” de Peter Benchley o “El viejo y el mar” de Ernest Hemingway, solo miró la huella que dejó la punta del lápiz en mi mano derecha y depositó en ella una nueva novela; fue cuando realmente entendí el verdadero significado de esa frase de la primera lección de “Coquito”.

Durante mi existencia, la lectura me ha ayudado a darle nombre a todo lo que rodea mi universo, ha llorado con mis lágrimas y ha sonreído en mis alegrías, pero más que todo me ha ayudado a entender la vida. Y, ¡me falta tanto por leer!...

Hoy creo que al escribir un blog, me comporto como insolente al tratar, de emular la belleza que logran los artífices de los libros que he leído con tanta curiosidad, sin embargo, y aun sin tener muy claras las reglas de la escritura, me dejo llevar por la inspiración y así expresar con danzarinas palabras lo que de vez en cuando visualiza mi alma.