jueves, 19 de mayo de 2011

Caminos que no conducen

(Ejercicio literario escrito a 4 manos con el Periodista y Prof. Universitario Francisco Lizarazo y a distancia digital)


....el día no era particularmente hermoso, una elevada humedad en el ambiente y ráfagas de viento que hacían estremecer a cualquiera; estar abrigado era imprescindible en aquella época del año, un paraguas y unas botas sin importar color o marca, eran una joya, para poder sobrevivir, sin una de las desmesuradas gripes "rompehuesos".

Pareciera que uno estaba en otro país, lo que lejos de disipar las angustias, las incrementaba, porque quienes son  de clima tropical, no entienden cómo el viento y el ambiente provocan sensaciones que no quisieran tener, y que toman de sorpresa a más de uno, trayendo consigo recuerdos y emociones que se piensa estaban enterrados en cajas con las llaves extraviadas

Salir a correr con este tiempo era algo agotador, pero sólo físicamente. La mente puede volar, mientras los pies sólo corren. Las imágenes que le sucedían funcionaban como un motor de búsqueda dentro de dichas cajas. Para completar el cuadro, la prístina lluvia que se venía, evocaba deslizamientos en un sin fin de escalones, por laderas que sólo Dios sabe cómo es que servían de sustentos a   precarias viviendas con techos de latón

Tuvo que detenerse, se había quedado sin aliento, pero no por el ejercicio, sino por el recuerdo, ese recuerdo que martillaba en su cabeza y se incrustaba como un clavo en la madera. No podía dejar de pensar en lo que había sucedido en la mañana, esa mañana que comenzó fría y que al seguir el día no presagiaba ningún cambio en el panorama, y menos en su ánimo, porque ¿acaso tenía ánimo de algo?, más allá de perderse y desaparecer.

Sin embargo, debía ser fuerte.... si, era cierto había signos de pobreza extrema por doquier, ¿quién podía ocultarlo? pero más allá de eso ¿quién podía no verlo?. Sabía exactamente que pasar por ese puente era más que desagradable, era la postal de la inmundicia humana palpable en una sociedad decadente, la llaga de un país de títeres.

Títeres que, sin embargo, manejan los hilos de toda una sociedad que poco a poco ha ido perdiendo la capacidad de asombro, nos quitamos o nos hacemos a un lado si vemos a uno más desdichado que nosotros. Se escucha en el Metro, otrora símbolo de  país desarrollado, que no hay que contribuir con la mendicidad y no darle dinero ni nada a quienes lo pidan. Pero, ¿cómo llegamos  a esta situación?

Un detalle curioso: "somos un país rico" jajajajajja ¿rico en qué? Le leeré los libros del colegio, con esa frase sobresaltada, a aquellos desafortunados y desahuciados que sobreviven en dicho puente, que ya ni siquiera tienen fuerza para salir a pedir; pedir lo que le corresponde de esa riqueza... ¿Es que acaso ya no somos humanos? Mejor no hacer preguntas, cuyas respuestas quedaban muy lejos.

Después de ese pensamiento, y de reírse para no llorar, entendió lo que decía Arturo Uslar Pietri de la necesidad de sembrar el petróleo, y claro que lo sembraron nuestras autoridades, lo sembraron en sus bolsillos, en sus cuentas foráneas, y sí, tampoco se puede ser tan insensible, las migajas quedaron para comprar ron, cerveza y emparedados de jamón y queso para las marchas.

¿Cuánto kilómetros de reflexión?, por lo menos ya no sentía frío. Siempre le era inevitable llegar a la misma conclusión. ¿Qué estoy haciendo para mejorar la situación? ¿Es suficiente con ser un "buen ciudadano"? "Haciendo lo que me corresponde"...pamplinas!!! no quería tener lástima por aquellos seres, quería abrazarlos y hacerle sentir que son importantes, sólo por existir, que merecen amor  como cualquiera.

Pero ahora y más cansado, por la caminata y la misma acción reflexiva debía girar sobre sus pasos y regresar al punto donde todo comenzó. ¿Para qué?  Se preguntaba, y tendría algo de tiempo, en su camino de regreso, para contestar este punto que seguía martillándole en la cabeza. ¿Tenía solución,  quería conseguirla?

Era sumamente apasionado con sus proyectos, pero sentía que podía estar planteándose "arar en el mar", todo tiene solución- se decía- pero, no se encuentra en las manos de un sólo hombre, porque no compete a una sola persona; entonces, era aún más titánico, debía comenzar por llamar la atención a su causa, sí debía hacerlo "una causa" y trabajar en equipo.... pero un escalofrío le recorrió todo el cuerpo de inmediato, al recordar el diagnóstico del último chequeo médico, ¿tendría tiempo de encontrar seguidores a su causa, mientras luchaba por su propia vida?

Seis meses eran poco tiempo para lograr lo que quería, y de pensarlo las piernas le temblaban. ¿Cuál es la razón de hacer esto? ¿Será porque me voy a ir de todas maneras? ¿Una crisis de identidad a estas alturas? eran más las preguntas que tenía que las respuestas que podría dar a quien quisiera saber, si es que alguien lo hacía, sobre lo que tenía en mente para lograr seguir en su búsqueda.

Se sintió más viejo de lo que realmente era, mejor terminaba el recorrido a casa a pasos moderados, que sus latidos tomaran su cauce, que fluyeran como un río tranquilo. Quizás, tomarse las cosas con calma, tal vez ser egoísta el resto del tiempo, amar a los que lo aman, poner todo en orden, era después de todo un proyecto. ¿Quién lo criticaría?.... quizás él mismo.

Aquellos buenos deseos de Carlos, también conocido en las noches como Dolores, acabaron ese día, no fue la enfermedad, fue la intolerancia que ya, esa semana, había cobrado la vida de 3 travestis, sin que la policía hubiera hecho nada, porque como lo dijo en alguna oportunidad un Ministro, de cuyo nombre no quiero acordarme, "ella se lo buscó " por lo que hacía.


miércoles, 18 de mayo de 2011

Entre espigas y rosas - Parte I

El centellante sol estaba en su punto más álgido, las pocas nubes en el horizonte formaban figuras amorfas, que se le antojaban burlonas y descaradas, cuando con otro ánimo pudo haberlas observado diferentes, como motas de algodón, suaves y brillantes. Con el calor sofocante que hacía, ya era irremediable luchar, con 35 grados a la sombra, su dificultad para respirar era evidente, aunque por todo lo que le estaba sucediendo, o estaba por sucederle la sensación de ahogo no la iba abandonar por mucho tiempo.

En retrospectiva no es difícil ver los sucesos sin la emotividad del momento, o el calor de los acontecimientos; quizás se desvanece en el tiempo el dolor, el intenso sentimiento de aflicción y pierde toda la fuerza impulsora de lastimeras  lágrimas... y era justamente las lágrimas, las quejumbrosas lágrimas las que debía evitar a toda costa en ese desdichado instante.  Con paso firme se dirigió su cuerpo hacia lo inevitable, porque su mente y adolorida alma no la acompañaban, trataba con todas sus fuerzas, las que le quedaba, de sentir otra cosa que no fuera sufrimiento y pesar; pero le era inútil. Nada la había preparado para aquel instante, sentía que un suplicio en el purgatorio de seguro era más fácil que lo que se le venía encima.

El trayecto de donde debía estacionar su espaciosa camioneta (a la que ella le llamaba "El Autobús", por ser ésta tan grande) hasta la puerta del edificio no era más de cien metros, sin embargo, pudo repasar con nostalgia parte de su historia reciente. ¿Cómo pudo llegar a tal estado de desconcierto una relación que aparentaba estar en una constante luna de miel? Aunque por supuesto no en los últimos ¿qué, diez años? ¿Acaso no todas las parejas pasaban por un apasionado verano, antes de sucumbir al más temible de los inviernos? ¿Qué fue de las otras dos estaciones?  "¡Qué pareja tan tierna y unida!" se podía decir que era el coro de sus allegados, "son inseparables y amorosos", comentaban los más osados, "él no tiene ojos sino para ella", observaban los más cegatos. Claro, siempre hubo quién con maliciosa envidia llegó a sentenciar el propio día de la modesta boda: "Les doy dos años", lo cual  no estaría incrustado en su memoria quince años después de no ser su nuevo "hermano" el autor de dicha sentencia...