Es extremadamente hermoso poder despertar cada mañana. No
me importa en realidad si he pasado una noche de terror por haber tenido sueños
cuyas imágenes estuvieron en 3D reflejando
mis peores temores; al abrir los ojos me doy cuenta que solo era una vil pesadilla
y que lo que importa es que ha comenzado un nuevo día.
Ahora bien, si despierto a carcajadas por tener sueños en
otro idioma y sin embargo, ser tan ocurrente que aún durmiendo focalizo
subtítulos en mi idioma materno, para poder entender lo que veo, entonces sé
que tendré un día encantador… o quizás no, pero al menos lo inicié con una
sonrisa.
A veces hace mucho frío y en una batalla campal con las
sábanas, debo hacer concesiones; entonces mi osito de peluche que también debe tener
frío, me abraza aún más fuerte para evitar que salga de la cama. Admito que me
hace gracia los mimos que se gana Núremberg (así se llama mi osito) cuando lo trato
de convencer que será solo por unas horas y al anochecer volveré a sus cálidos brazos.
Mi primer pensamiento es de agradecimiento, principalmente
porque me encuentro viva. Es un ritual que desde hace mucho tiempo lo ejercito en
cada amanecer. Doy gracias a Dios por innumerables cosas, desde el más mínimo detalle
hasta el hecho de que tenga cita ese mismo día con el ginecólogo (es algo que
detesto en verdad), entonces me enfoco en los beneficios y no en la
incomodidad.
Agradezco el afinado canto de muchos pajaritos que me
obsequian antes de la salida del sol; me encanta cuando suena la alarma de mi
teléfon, porque tengo programado una canción muy popular llamada “Amparito” de
Maracibo 15 y al levantarme comienzo a cantar y a bailar al ritmo de gaita durante
todo el año; aunque a los vecinos no se han quejado hasta ahora, trato de bajar
el volumen del sonido lo más pronto posible para disfrutarla yo solita.
Al ponerme en movimiento me siento agradecida de poseer
un cuerpo sano con el que puedo realizar múltiples tareas, como subir al Ávila,
hacer largas caminatas en el Parque del Este, subir escaleras cuando el
ascensor decide no funcionar o estar parada por horas en interminables colas
para hacer las compras en los supermercados.
Cuando me toca despertar a los príncipes para que asistan
a su cole, me debato entre agradecer el tener hijos o el no tener el mal carácter
que tenía mi madre a esa hora de la mañana…. aunque de vez en cuando “un mal
genio” los despierta más rápido.
No puedo dejar de agradecer la calidad humana de mis
amigos que junto a mis hermanos se toman el tiempo para enviar hermosos mensajes
de “buenos días” a través del pin desde tempranas horas del día, haciéndome sentir
una felicidad infinita.
Tomar un baño veloz, preparar desayuno, loncheras con el
almuerzo y sacar a mi perrito hace parte de cada amanecer un momento especial
en mi vida. Pero lo es más cuando, al montar
el café matutino, _ cuyo aroma es la inspiración para saludar _ invito a mis lectores en las redes sociales, a tomarnos ese brebaje
endulzado con reflexión y agradecimiento por poder estar viva…
Yosmar Herrera
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